Muchos dirán que lo urgente es dar una solución al problema del tipo de cambio pues hay pérdida de reservas y por lo tanto se debe tomar una decisión inmediata. Puede ser.
Muchos dirán que lo urgente es dar una solución al problema del tipo de cambio pues hay pérdida de reservas y por lo tanto se debe tomar una decisión inmediata. Puede ser.
Otros dirán que lo más urgente es la inflación, que es alta, y que es necesario volver rápidamente al 3-4 % anual. También puede ser.
Otros dirán que ‘no, es el gasto público, son u$s 210.000 millones, hay que bajarlo cuanto antes, es casi inmanejable’. De acuerdo, también puede ser.
Aún encontraremos a algunos que nos dirán que lo urgente son otras cosas, como dar una respuesta a la inseguridad, o la eliminación de los subsidios a los pudientes, o encontrar la solución a la crisis energética que nos obliga a importar, o el trabajo informal de unos 4 millones de personas, o arreglar con el Club de Paris. La lista de medidas urgentes es larga y podría serlo aún más, según las preferencias de cada uno.
No estoy de acuerdo con esa lista de medidas urgentes. Creo que lo urgente es volver a que los argentinos tengamos un comportamiento moral. Lo que está bien, que esté bien y lo que está mal, mal. Hoy, y desde hace mucho, no somos claros, conciliamos todo bajo el famoso cálculo de la conveniencia. Y eso tiene sus grandes costos: nos ha traído la decadencia relativa de la Argentina.
Necesitamos volver a un pensamiento razonado que permita contemplar el país del futuro pensando en los hijos y nietos, es decir pensar en el largo plazo. Requerimos tener una estrategia de país. Necesitamos ponernos de acuerdo por encima de las abstracciones de la ideología que no razona sino que instrumenta. Necesitamos llegar a ser esas personas que sean capaces de no ceder cuando se nos diga que la inteligencia está de más o que vale mentir para ser más exitosos.
Queremos hacer todo esto en libertad y con justicia, pero no estamos logrando nada. Políticos que abandonan sus ideas y se cruzan de partido por el cálculo de mayores votos que incluso después no llegan pues el pueblo se da cuenta del engaño. Imposibilidad para ponerse de acuerdo para sacar alguna ley muy necesaria (como ejemplo, la ley de coparticipación federal). La inmoralidad y la conveniencia son las guías de nuestros dirigentes, pero no sólo de los dirigentes sino también de casi todos los argentinos. Si no fuéramos tan acomodaticios (yo, ¡argentino!) estos dirigentes no podrían representarnos.
Nos hace falta una regeneración moral. Es cierto que los dirigentes, por su función, tienen más responsabilidad (políticos, sindicalistas, empresarios, obispos, rabinos, embajadores, jueces, diputados, senadores, economistas y demás), pero todos los argentinos sabemos lo que está bien y lo que está mal y no parece importarnos. Nuestra falta de moral es llamativa. No nos atenemos a principios. El fin individual es nuestro objetivo. Los medios pueden ser de cualquier tipo, buenos o malos y eso aunque sepamos que obrar así es incorrecto.
Por eso, por más que arreglemos algunos de los problemas de la lista de urgencias, mientras no arreglemos nuestro problema moral y el de nuestros dirigentes no habrá solución. Por lo tanto, volver a la moral en política es lo más urgente, lo primero a solucionar. Tampoco somos tan ingenuos como para pretender santos en la política, pero sí firmeza de ideas, claridad para expresarlas y valentía para defenderlas o corregirlas en caso de error. Necesitamos otro tipo de políticos y además, no sólo ellos sino que todos tenemos que cambiar. Esto es lo más urgente. No podemos seguir con nuestras almas tibias, conformistas, para las cuales todo está bien. Necesitamos gente que piense el futuro, gente apasionada para que este cambio no quede en palabrería o moralina y se convierta en realidad