Recomendaciones para aprovechar todo el potencial forrajero de agropiro y festuca
Las regiones templadas, húmedas y subhúmedas constituyen ambientes ideales para que las pasturas perennes expresen su potencial productivo, con un ciclo de crecimiento que aporta forraje durante gran parte del año si se combinan las especies y cultivares adecuados para cada situación.
Durante una jornada técnica sobre pasturas, organizada recientemente por la Facultad de Agronomía de la Universidad del Centro en Mar del Plata, Mónica Agnusdei, técnica del INTA Balcarce, planteó el desafío de mejorar dicho potencial en suelos marginales, donde últimamente se ubica la ganadería.
En este sentido, ofreció una serie de recomendaciones y pautas de manejo para que la brecha entre el potencial productivo de esas pasturas y la realidad del campo sea cada vez menor.
Buenas prácticas
“Los ambientes marginales presentan una variabilidad tal en cuanto a pH, profundidad del horizonte superficial y tipo de impedancia subsuperficial que impide dar una respuesta general”, señaló Agnusdei al comienzo de su exposición. Sin embargo, las pasturas adaptadas a este tipo de suelos tienen la capacidad de incrementar sustancialmente su productividad. Por ejemplo,“en los suelos de tipo barro blanco, donde predomina el pelo de chancho, la producción está muy concentrada en el verano y, por lo general, no supera las tres toneladas de materia seca por hectárea y por año. En cambio, las producciones de forraje alcanzables con agropiro alargado (sin incluir varas florales) pueden rondar las 6 a 12 toneladas, dependiendo del año y del nivel de nutrición mineral de las plantas”, agregó.
En tanto, los cultivares tradicionales de festuca alta exigen ambientes algo más favorables que los asignados al agropiro, hecho que permite alcanzar producciones superiores y comparativamente más estables.
No obstante, Agnusdei aseveró que esta potencialidad de las pasturas perennes “difícilmente se alcanza en la práctica, porque requiere un manejo específico que no siempre se contempla y que tiene alto impacto sobre la producción, la calidad nutritiva y la persistencia de las pasturas”.
Recomendaciones para la siembra
En este contexto, Mónica ofreció una serie de recomendaciones para el desarrollo de pasturas perennes de alta capacidad productiva.
“El agropiro y la festuca pueden sembrarse puros o en combinación con tréboles o lotus, y aportan el 70-80% de la producción anual de forraje en pasturas mixtas”, justificó la oradora.
“La decisión de establecer una pastura perenne tiene un horizonte de mediano a largo plazo que puede verse seriamente comprometido si no se toman los recaudos necesarios durante la implantación”, advirtió.
A continuación, enumeró los principales puntos por tener en cuenta para concretar una siembra exitosa:
Programar el proceso de limpieza del potrero con uno o dos años de anticipación para eliminar malezas difíciles de controlar, como gramilla y pelo de chancho, de alta capacidad de propagación y muy competidoras por el agua.
Utilizar semilla de excelente calidad. Si bien las gramíneas forrajeras presentan una germinación lenta en suelos marginales respecto de otros materiales, el mercado ofrece productos con destacable energía germinativa que permiten acelerar el proceso.
Definir la ventana óptima de siembra en función de los requerimientos térmicos de las plantas.
Con especies cuya velocidad de implantación es intermedia a lenta, como el agropiro alargado y la festuca alta, se propone, a modo orientativo, un requerimiento de 600-700 °C a partir de la siembra. La fecha de siembra óptima más tardía es la que permite acumular ese valor térmico antes que las temperaturas limiten el crecimiento
de las plantas (10 °C).
A modo orientativo, para el sudeste bonaerense, la densidad de siembra para optimizar el porcentaje de logro es de 300 semillas viables por metro cuadrado. Un incremento en la densidad de 50% puede favorecer una mejor y más rápida cobertura inicial del suelo, pero no aumenta la producción total de forraje.
La mayor cobertura inicial de las siembras más densas puede traducirse en una anticipación de la oferta de forraje de la pastura.
Es necesario establecer adecuadas condiciones agronómicas antes de la siembra. Para alcanzar altos rendimientos de forraje durante el año de implantación, es imprescindible aplicar 70-100 kg/ha de fosfato diamónico a la siembra en suelos con menos de 15 ppm de fósforo (según método Bray) y 100-120 kg/ha de urea a fines del invierno o principios de la primavera en aplicación única o fraccionada.
Atendiendo a la simplicidad operativa y a los costos, no habría, por el momento, evidencias experimentales a favor de la siembra cruzada respecto de la siembra en línea.
Para favorecer el macollaje temprano y evitar la posterior formación de matas, es conveniente realizar el primer pastoreo en el año de implantación, una vez que las plantas estén suficientemente arraigadas.
Manejo del pastoreo
Las pasturas establecidas de festuca alta y agropiro alargado son relativamente fáciles de manejar en la medida en que se sigan ciertos criterios básicos.
Uno de los más importantes es considerar que el manejo de la pastura entre fines del invierno y principios de la primavera determinará lo que ocurra durante el resto del año, tanto en términos de la pastura como de la producción animal.
Más allá de este criterio, Agnusdei sostuvo que los principales puntos por tener en cuenta son los siguientes:
Empezar el pastoreo lo más tempranamente posible, no bien se detecte que las tasas de crecimiento se aceleran.
La mayor cantidad posible de potreros debe recibir al menos un pastoreo severo durante ese período. Esta medida, llamada “control temprano de la floración”, favorecerá que las pasturas conformen estructuras cespitosas de alta foliosidad y calidad nutritiva para el ganado.
En los períodos de activo crecimiento, la velocidad de rotación no debe exceder una acumulación térmica de 400-500 °C. Si el crecimiento se ve afectado por sequías u otros factores limitantes, el ritmo de rotación deberá disminuir.
Si la pastura se “cierra” antes de que se cumplan los 400-500 °C, el criterio para definir la rotación será evitar que las plantas permanezcan sombreadas. Para ello, la biomasa acumulada no debe superar las 2,5-3,0 toneladas de materia seca por hectárea.
Para cumplir con esta meta habrá que aumentar la carga animal de acuerdo con la cantidad de forraje que se estime excedente. A modo orientativo, la carga de fines del invierno puede duplicarse a inicios de la primavera; luego, duplicarse nuevamente en plena primavera y, si no falta agua, más que duplicarse al final de la estación. Estos incrementos pueden realizarse reduciendo progresivamente la suplementación, agregando animales o clausurando potreros.
Es conveniente cosechar mecánicamente los potreros “pasados” que no pueden pastorearse. Ello puede hacerse no bien se detecte el desajuste o una vez que se acumule suficiente forraje para la confección de reservas. La primera alternativa favorecerá un rebrote de buena calidad en la misma primavera y el reinicio del crecimiento tempranamente en el próximo otoño.
Dejar un remanente de 1000-1200 kilos de materia seca por hectárea. Esta medida debe ser estricta cuando se prevea la ocurrencia de restricciones al crecimiento (bajas temperaturas, riesgo de sequía), pudiéndose flexibilizar durante el “control de la floración”.
Fertilización mineral
Es sabido que los suelos de la región pampeana húmeda son mayoritariamente deficitarios en fósforo y nitrógeno, particularmente en los meses frescos y fríos del año. No obstante, la cantidad de fertilizantes aplicados a la siembra y para la nutrición posterior de pasturas es escasa o nula en el país.
En este aspecto, Agnusdei sostuvo que la subnutrición crónica a la cual se ven sometidas generalmente las pasturas genera procesos severos de degradación del suelo. Ante esta situación, propone adoptar las siguientes medidas:
Utilizar fertilizantes que expliciten la concentración de minerales. Por ejemplo, fosfato diamónico (18-46-0). Es la única forma de definir dosis efectivas. Aplicar nutrientes en cantidades adecuadas, según la demanda de las plantas. La aplicación de nitrógeno, por tratarse de un mineral lábil, debe realizarse indefectiblemente
cuando haya suficiente disponibilidad de fósforo en el suelo. Si esta disponibilidad es menor de 15 ppm, se recomienda que la fertilización guarde una relación orientativa de 5N : 1P para que puedan registrarse los efectos esperados.
Sólo se debe aplicar fertilizante nitrogenado cuando la pastura esté creciendo activamente y pueda utilizar el nitrógeno aplicado. Los factores más predisponentes para las gramíneas otoñoinverno- primaverales son una adecuada disponibilidad de agua y otros minerales, y la ocurrencia de temperaturas medias diarias superiores a 8-10 °C.
La fertilización debe anticiparse a la ocurrencia de condiciones climáticas previsibles que puedan reducir el crecimiento de las plantas (bajas temperaturas, déficit hídrico) y la respuesta al fertilizante (alta disponibilidad del mineral en el suelo).
El fraccionamiento de la dosis nitrogenada en el tiempo es una práctica recomendable respecto de la aplicación única, para reducir riesgos de pérdidas.
Dosis de nitrógeno de 50-60 kg/ha por aplicación producen respuestas seguras en la mayoría de los suelos ganaderos cuando se realizan tempranamente en la estación de crecimiento.
Se debe evitar la aplicación de fertilizante nitrogenado en las proximidades de las áreas de drenaje natural o artificial.
No es conveniente hacer aplicaciones de urea en condiciones de suelo húmedo y temperaturas elevadas (mayores a 15-16 °C), ya que las pérdidas pueden ser superiores al 25%. Estas condiciones de riesgo pueden potenciarse a fines del verano y durante el otoño en el sudeste bonaerense. Los riesgos de pérdidas se incrementan en suelos
alcalinos en superficie.
En épocas ventosas, hay que realizar aplicaciones con urea en pasturas que tengan cierta cantidad de follaje, de modo de minimizar el efecto del viento a nivel del suelo.
Se deben evitar altas dosis de fertilizante nitrogenado en suelos encharcados, particularmente si las temperaturas superan los 10 °C, dado que ello incrementará la tasa de denitrificación.
Cuando los suelos están cerca de la capacidad de campo, se debe evitar la aplicación de fertilizante nitrogenado si se pronostican fuertes lluvias, postergándola hasta que el horizonte superficial del suelo deje de estar saturado de agua.