Los elevados requerimientos de N que tiene el cultivo de maíz y el impacto que dicho nutriente tiene sobre el rendimiento, hacen necesarios un adecuado diagnóstico de su disponibilidad en el suelo.
En los últimos años se registra una notable difusión de la fertilización nitrogenada del maíz, acompañado por la creciente información sobre sus ventajas económicas, y ambientales, desde el punto de vista de la reposición de los nutrientes extraídos por las cosechas. El diagnóstico de la fertilidad nitrogenada en el cultivo viene ajustándose utilizando distintas herramientas en gran parte del área maicera. Un uso eficiente del nutriente requiere la correcta detección previa de su deficiencia, o del potencial de respuesta económica al agregado de fertilizantes nitrogenados para lo cual es preciso disponer de una metodología ajustada a los planteos tecnológicos más intensivos pero acorde con el marco económico, y sin riesgo para el ambiente como se conduce actualmente el maíz en la región.
A partir de la siembra
El contenido de nitratos (NO3-) presente al momento de la siembra del maíz puede ser usado como herramienta de diagnóstico de las necesidades de N en zonas sub húmedas y en suelos con bajos contenidos de materia orgánica. Este corresponde al N residual del invierno, acumulado por el barbecho y es el primer elemento que se deduce de los requerimientos calculados para el balance.
Sin embargo, en muchas zonas húmedas, el N aportado por mineralización durante el ciclo del cultivo puede ser de relevancia, en particular con suelos con alto contenido de materia orgánica en el horizonte superficial. Suelos como los del Sudeste de Buenos Aires pueden presentar una elevada capacidad de mineralización de nitrógeno durante los cultivos de verano. De acuerdo a estimaciones basadas en el nitrógeno potencialmente mineralizable es factible que estos suelos puedan liberar entre 50 y 270 kg de N/ha durante el ciclo del cultivo de maíz. La capacidad de mineralizar N orgánico está fuertemente condicionada a la disponibilidad hídrica, resultando lamentablemente difícil de pronosticar de modo de incluir una cantidad con razonable seguridad en el balance para el cálculo de los requerimientos totales durante el cultivo.
Otro crédito importante para poder arribar a un calculo razonable es el N aportado en los fertilizantes fosfatados o de arranque, que se aplican con la sembradora en la línea de siembra. Obviamente esta cantidad es función de la dosis de fertilizante de arranque y el contenido porcentual de N en el fertilizante
Sin entrar en este artículo en las innumerables variantes que presenta la metodología del balance de N para el calculo de la dosis nitrogenada, nos concentraremos en dos técnicas que han tenido algún impacto para la decisión de postemergencia de fertilizacion nitrogenada o fertilización complementaria. Nos referimos en particular a la evaluación de Nitratos en la pre escardillada y al uso de clorofilómetros. Estos métodos promisorios desarrollados en EEUU juzgan la condición de nutrición nitrogenada alrededor del estado de sexta hoja expandida del cultivo (V6) a través de mediciones de N de nitratos en el suelo y de clorofila en las hojas.
La decisión de la fertilización post-emergencia se basa en una premisa: Que no ha sido aplicado todo el N del requerimiento total estimado. Es común en planteos de siembra grandes superficies, con logística ajustada, escasez de tiempo y/o horas de maquinaria de siembra disponible, realizar las aplicaciones de todo el N a la siembra, o antes de ésta. Siempre utilizando la mejor combinación de fuente nitrogenada y modo de aplicación. Estratégicamente se defiende esta modalidad ya que simplifica la tareas de fertilización evitando realizara en periodos mas críticos, que en el momento de la escardillada coinciden con la siembra de soja y requieren de toda la atención de la conducción y uso recursos humanos y de maquinas.
Lo que el suelo da
La metodología de evaluar los nitratos en suelo (0-30 cm de profundidad) en el estadio de seis hojas del maíz, es una propuesta realizada en la década del ’80 en EEUU y durante la década siguiente fue validada bajo nuestras condiciones locales. El principio sobre el que se basa la técnica es que los nitratos en ese estadio integran algunos atributos de los análisis de suelos mas exitosos como los conceptos de cantidad e intensidad = capacidad. Aproximadamente en el estadio de 5-6 hojas, las condiciones climáticas que favorecieron el crecimiento del maíz, también favorecieron la mineralización del N orgánico, en proporción a la capacidad de mineralización del suelo, permitiendo que los nitratos puedan ser evaluados independientemente de los acumulados antes de la siembra, y relacionados con las respuestas al agregado de N (Figura 1). Se asume que los valores de nitratos residuales, antes de la siembra, fueron lixiviados de la capa 0-30 cm por las precipitaciones entre la siembra y el muestreo.
Los resultados de las validaciones de esta técnica a nivel local dieron valores muy similares en general a la metodología original (22 ppm N-NO3). Para la zona mas agrícola de Entre Ríos, sobre el Río Paraná, se encuentran dentro del rango original: 21 ppm (Paparotti y Melchiori, 1995); algo menores para el centro-norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe: 18,5 a 20,0 ppm (Ferrari, y otros 2000) y menores aún para el sudeste de Buenos Aires: 15 ppm (García y otros, 1997). Estas diferencias se interpretan en función de la importancia de la contribución del N potencialmente mineralizable, que sería mayor de norte a sur coincidentes con valores de M.O. crecientes. Sin embargo se han reportado series de datos que no ajustaron a esta relación general (Calviño y Echeverría, 2000).
Las conclusiones de estos trabajos indican que la disponibilidad de N-NO3- en el suelo (0-30 cm) con el cultivo en V5-6 permite predecir adecuadamente la respuesta del maíz a la fertilización nitrogenada bajo buenas condiciones productivas. Valores cercanos a 20 ppm de N-NO3- permiten separar sitios de respuesta al N con buena precisión.
Dejando que la planta hable
De las diversas metodologías existentes para diagnosticar las necesidades o requerimientos de fertilización, la medición de intensidad de verde o sensor de clorofila, surge como una alternativa factible, especialmente para cultivos bajo riego, ya que es posible el fraccionamiento de la dosis total en varias aplicaciones inclusive hasta estadios avanzados. Además, a diferencia de otros métodos (determinaciones de N en planta y/o suelo) que involucran análisis de laboratorio, es un método simple y de resultados inmediatos. El fundamento de la metodología consiste en chequear durante el ciclo del cultivo, el nivel de nitrógeno en la planta, que refleja la ” oferta’’ o disponibilidad edáfica. Esto se consigue en forma indirecta al medir la intensidad del verde, que está estrechamente asociada al contenido de clorofila y ésta a su vez a la concentración de N en las hojas, reflejando la condición de suministro nitrogenado. La medición de clorofila se realiza mediante un instrumento: MINOLTA SPAD 502.
El uso de esta metodología es amplio entre asesores en el cinturón maicero. Principalmente en regiones donde el manejo del nitrógeno complementario, exige consideraciones ambientales antes que lograr una máxima productividad. En Argentina, si bien algunos instrumentos son de uso corriente y se saca ventaja de su correcta utilización, muchos se preguntan si vale la pena invertir en un aparto que no se sabe si su valor podrá amortizarse con el ahorro del N que no se aplicará, o con el rendimiento extra que se logrará por el N que se aplicaría gracias a un diagnostico correcto.
En el último Congreso Argentino de Suelos, se presentaron tres trabajos con resultados algo contradictorios en parte. La mayor coincidencia es que los valores absolutos de lecturas no serían posibles de utilizar como tales, debido a la gran variedad de factores que inciden en un medición, muchos atribuibles a los híbridos, o condiciones ambientales y atmosféricas y muy especialmente al estadio fenológico de desarrollo. Por esa razón es coincidente la recomendación de utilizar valores relativos o índices de suficiencia, tomando como 100 % una franja con una fertilización nitrogenada mas que adecuada
En el Sudeste bonaerense Sainz Rosas y Echeverría encontraron que la relación entre el Indice de suficiencia (IS) con el rendimiento relativo fue baja en estadios iniciales como V6 y mucho mas alta desde 15 días antes de la floración en adelante. Un determinado valor de IS indicó una situación de mayor deficiencia de N en estadios fenológicos tempranos y de menor deficiencia en estadios más avanzados. Este comportamiento indicaría que el uso del clorofilómetro en estadios tempranos del crecimiento podría sobrestimar los requerimientos de N. Estos experimentos permitieron concluir, que el medidor de clorofila no sería una herramienta adecuada para diagnosticar la deficiencia de N en estadios tan tempranos como el de V6. Por el contrario, en una etapa posterior dicho instrumento detecta con gran precisión situaciones de deficiencia de N.
Otro trabajo de calibración realizado en 25 ensayos conducidos durante tres campañas en el Centro – Norte de Buenos Aires y sur de Santa Fe, coincide con los resultados encontrados en el Sudeste. Por otro lado, en experiencias realizadas bajo riego en la región de Córdoba por el Ing. Pedro Salas y otros, durante dos campañas encontraron una buena correlación entre valores de Intensidad de verde, con dosis de fertilizante aplicado y concentración de nitrógeno en planta, concluyendo que la herramienta es altamente satisfactoria.
¿Cuánto ponerle?
La principal desventaja de estos métodos, mas allá de la sincronización entre el resultado de laboratorio y la decisión realizar una fertilización complementaria que no es poca cosa, radica en que ninguno de estos métodos indican las dosis a aplicar de complemento.
Para elegir la dosis eventualmente a aplicar pueden tomarse algunos criterios, pero ninguno es exacto ni proviene de calibración alguna. Las calibraciones de los índices de suficiencia por N-NO3 en pre-escardillada , o por lectura del SPAD) se han realizado con una dosis fija de N, en general no muy alta. Por esa razón, las recomendaciones pueden ir desde las mas empíricas de aplicar una dosis fija equivalente a 50 kg/ha de producto es decir entre 15 y 25 kg/h de N , a las mas complicadas que requerirían un recálculo del balance, arribando a una dosis de complemento. Esta dosis complementaria surge de deducir de la necesidad total estimada en relación al rinde esperado, los créditos, (N a la siembra, N mineralizable corregido por antecesor) y aplicaciones ya realizadas. En ese sentido pueden ser muy útiles los modelos de simulación del tipo SUR 98 ó CERES. Es importante destacar que el N evaluado como nitratos en preescardillada no entra en el balance, es decir no es el factor cantidad, ya que se dijo, esta determinación integra elementos del factor capacidad (mineralización del N orgánico) de disponibilidad de nutrientes
¿Y Ahora qué?
Poner todo en marcha para una fertilización adicional, implica el despacho del fertilizante a la chacra, la calibración de la maquinaria y eventualmente la aplicación propiamente dicha. Se requiere que si el productor no esté dispuesto al trabajo o no cuenta con las condiciones necesarias, sea el proveedor del producto quien además le provea el servicio de aplicación. El máximo beneficio económico se completará no solo con una decisión fundamentada en la técnica agronómica, sino también en aquella tomada en base la información de todas las opciones económicas posibles.
Proyecto Fertilizar
E.E.A. Pergamino
INTA